La desconfianza en la pareja es un sentimiento que genera mucha inseguridad en uno mismo
y dificulta el curso de la relación. Cuando ocurre, aparecen una serie de dudas sobre nosotros
mismos que nos vienen continuamente a la cabeza: ¿seré reemplazable?, ¿quiere estar
conmigo?, ¿todavía se lo pasa bien conmigo?, ¿me sigue queriendo?… Dudas que
permanecen en bucle y mantienen a la persona en un estado de incertidumbre y preocupación
por ser sustituido.
Esta desconfianza puede aparecer por diversos motivos, tanto reales como imaginarios. Entre
ellos, destaca la influencia de las experiencias previas. El recuerdo de infidelidades o
mentiras de una relación anterior pueden llevar a la persona a pensar que algo parecido puede
volver a ocurrirle.
Entre los motivos, también puede ser un detonante pensar que la relación de pareja no pasa
por el mejor momento. Porque el enamoramiento inicial ha disminuido, porque se perciba
falta de compromiso, por la aparición de problemas en el ámbito sexual o por una mayor
frecuencia de desavenencias o discusiones, por ejemplo.
Celos y desconfianza son dos sentimientos que frecuentemente van de la mano. Los celos
aparecen al sentir que la relación peligra y la persona con quien compartimos el día a día
podría abandonarnos por otra persona. Tanto si hay motivos reales como si no, los celos y la
desconfianza conducen a una dinámica conflictiva en la relación de pareja, en la que miedo,
nervios y rabia conviven.
En estas circunstancias, es frecuente que la persona experimente pensamientos repetitivos
de tipo anticipatorio cuando percibe señales de mentiras o ante situaciones de riesgo. Por
ejemplo, si la pareja se marcha unos días pueden activarse las rumiaciones sobre qué hará
durante su estancia fuera, o si sale de noche con amigos/as o si pasa mucho tiempo con los
compañeros de trabajo.
Frecuentemente, vemos como la desconfianza acaba dominando a la persona, convirtiéndose
en algo obsesivo que ocupa sus pensamientos de manera recurrente. De esta forma, cuando
por ejemplo suena el teléfono y en respuesta al mensaje la pareja sonríe, puede pensar desde
“¿y si está hablando con alguien a mis espaldas?” hasta “otra vez me está engañando, está
claro que habla con otro/a”.
Estas situaciones comparten una característica: la falta de control. La desconfianza lleva a
querer controlar todo lo que hace la pareja, para generar una falsa sensación de seguridad.
Cuando no la hay, es habitual que aparezcan comportamientos de comprobación y búsqueda
de pruebas como leer el teléfono ajeno, analizar con detalle las fotografías del lugar donde se
encuentra la pareja, realizar llamadas frecuentes o someter a infinitas preguntas sobre el
dónde, cuándo y, sobre todo, con quién.
Es importante tener en cuenta que estos comportamientos que al principio proporcionan
alivio y seguridad, acaban por perpetuar la desconfianza, mantienen el sufrimiento y, en
consecuencia, no mejoran la calidad de la relación de pareja. Es recomendable abandonar
estas conductas obsesivas y aumentar la comunicación entre la pareja.
Finalmente, en el caso de pensar que la desconfianza y los celos están dirigiendo nuestra vida
y no sepamos cómo pararlo, acudamos a un profesional de la psicología para que pueda
ayudarnos a gestionarlo.
ANNA POUS VIÑAS
Psicóloga General Sanitaria
Colegiada nº 24.910